miércoles, 30 de junio de 2010

Reseña del Forum “Lo que la evaluación silencia. Un caso urgente: el autismo”, celebrado en Barcelona el 19 de junio de 2010


El pasado sábado 19 de junio tuvo lugar en el auditorium del World Trade Center de Barcelona este foro promovido en especial por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis que contó con el apoyo de distintas instituciones públicas y privadas. La particular ubicación del WTC entre la ciudad y el mar, en los extramuros de la antigua ciudad romana, lugar de celebración de  los primeros foros –la palabra deriva de “fuera” de las murallas-, puede servirnos como metáfora para situar este acto de salir de nuestras sedes, de movernos de nuestros asentamientos para construir un espacio nuevo, un espacio para la palabra en la ciudad.
Hay solidaridad entre la construcción misma de este espacio y el tema de este forum: “Lo que la evaluación silencia. Un caso urgente: el autismo”. Es necesario proveer las condiciones para producir, garantizar la dimensión subjetiva, para que el sujeto pueda tomar la palabra.
La convocatoria tuvo una amplia resonancia que se materializó en cerca de 550 inscripciones y casi 50 intervenciones. Hay que agradecer especialmente la cuidadosa labor de la comisión de organización tanto en la difusión realizada como en la selección de las intervenciones y el ordenamiento de las secuencias de presentación. Estuvo formada por Begoña Ansorena, Neus Carbonell, José Castillo, Elizabeth Escayola (coordinadora), Pilar Foz, Gradiva Reiter, Iván Ruiz y José Ramón Ubieto.
Hilvanadas en siete secuencias, estas intervenciones fueron a la vez diversas y únicas. Cada una de ellas fue abordando algún aspecto de la ideología de la evaluación, de sus significantes-amo, su voluntad de borramiento de la causa y de dominio y adiestramiento del sujeto, en nombre de principios y teorías falsamente científicas. Todas, además, llevaban la marca de la particularidad subjetiva de quien hablaba y demostraron que tomar la palabra implica movilizar la dimensión del deseo, jugarse algo, y cuando eso sucede tiene efectos, para uno mismo y para los otros. Estos efectos hicieron que este foro pasara de ser un claro éxito a ser todo un acontecimiento. Durante más de nueve horas apenas nadie se movió, todos los participantes permanecimos absolutamente atentos a lo que se decía.
Trataré seguidamente de reseñar brevemente aquellos puntos que me resultaron más interesantes:
Lucía D’Angelo, presidenta de la ELP, inauguró el foro dando la bienvenida a todos los participantes y dando las gracias a todas aquellas instituciones que apoyaron públicamente su celebración.
A continuación, Judith Miller, presidenta de la Fundación del Campo Freudiano situó el foro como una apuesta de poder escapar a la barbarie cuyo régimen de evaluación nos amenaza. Frente a la barbarie de una civilización que quiere cerrar las puertas a cualquier manifestación de la singularidad de los seres hablantes, hay una elección de civilización. No tenemos otra posibilidad  que apostar –concluyó citando a Pascual-, esto no es voluntario, ¡estamos embarcados!
Tras el acto de apertura se sucedieron las distintas intervenciones, breves,  concisas y variadas. Como señalé antes, cerca de cincuenta personas –sin contar las que intervinieron en el debate- tomaron la palabra para decir algo de sí mismas o de un hijo, de una viñeta clínica, para señalar un punto, hacer una observación; para hablar de lo que no marcha en la psicología, la medicina, la universidad, la sociedad; para situar lo que no responde al amo; para decir algo de las dificultades de hacer frente a esta ideología de la evaluación que, bajo una supuesta neutralidad, ataca, elimina con ferocidad la dimensión subjetiva; también para dar cuenta de respuestas particulares o colectivas, como ha sido, entre otras, este mismo foro. Brillaron los contenidos pero sobre todo brilló la enunciación.

I. "El riesgo de la civilización: negar la dimensión subjetiva"
José Ramón Ubieto, psicoanalista, abrió esta primera secuencia planteando que la psicología ha tratado de encontrar la cifra del sujeto, pero el sujeto no es evaluable, incluye siempre una opacidad –incluso para sí mismo. El cientificismo actual niega esa opacidad y vela, tras el sintagma “evidencia científica”, su voluntad de dominio y adiestramiento del sujeto. Para el psicoanálisis, por el contrario, se trata siempre de obtener su consentimiento.
José Andrés Torres Mora, diputado al Congreso por Málaga (grupo parlamentario socialista) y profesor de Sociología en la UCM, planteó que tanto el campo psi como el campo político se hallan ahora ante el desafío de una ideología que quiere sustituir las palabras por los números. Creen que los números no mienten, pero eso solo es verdad –añadió- en tanto no dicen nada. Los números no mienten pero sí aquellos que los usan y se sirven de ellos para construir burdas interpretaciones.
La crisis actual causa incertidumbre, inseguridad y da sensación de desprotección por lo que hay quienes piensan que los políticos deberían callarse para que la élite económica tomara el poder político. Pero hay que aprender a vivir en la contingencia y soportar la decepción. Se trata de hablar, dialogar, plantear estrategias. Los problemas políticos no tienen soluciones tecnocráticas sino políticas. Y esto implica más algo del orden de una apuesta que de una solución matemática.
La escritora Lolita Bosch habló de la necesidad y la dificultad de construir la subjetividad del personaje literario. No puede recurrirse a generalidades o arquetipos para ello: es su unicidad la que nos permite contactar con él, la que nos dice algo de la nuestra.
El psicoanalista Jorge Alemán planteó tres puntos:
1. La evaluación no guarda relación con la ciencia sino con la técnica –en el sentido heideggeriano. La ciencia mantiene una relación con la dimensión de lo imposible, mientras que la técnica la rechaza.
2. La técnica es correlativa de la evaluación pero también de la subjetividad,  que no rechaza sino que convierte en espectáculo. Es necesario entonces distinguir entre el sujeto y la subjetividad: evaluación y subjetividad pertenecen al mismo mundo en tanto equivalencia de las mercancías; por el contrario el sujeto es singular, no se puede sustituir.
3) También es necesario distinguir entre la política y lo político. La política tiene que ver con la circulación infinita de la mercancía donde todo se vuelve equivalente. Lo político es lo que surge de la dislocación de la causa. Solo hay instante de lo político cuando la contabilidad de la política no entra en juego. La política debería mirar al psicoanálisis, terminó diciendo, como la última perspectiva del siglo XXI que mantiene con el saber y la causa una relación no técnica.

II. "Un claro ejemplo de la subjetividad en juego: el autismo"
Elizabeth Escayola señaló que el sujeto autista se defiende de lo más propio del Otro: la voz y la mirada. En relación a la primera, que constituyó un punto común a todas las intervenciones de esta secuencia, añadió que la voz implica soltar algo y no recuperarlo.
Mercè Managuerra, actriz y profesora de interpretación del Institut del Teatre de Barcelona, leyó su propia traducción al castellano de un conocido poema de Lluís Solà: “Cuando ya no tengas más palabras, / habla, comienza el sonido / no pares, inventa la palabra / excava dentro de las sílabas (…) excava, comienza de nuevo /la lengua comenzada, no vaciles /no te pares, escribe la letra nueva…” (L. Solà, “Poema nº 1”. En: Entre bellesa i dolor).
Josep Mària Panés planteó que en el autismo encontraríamos una modalidad particular de la forclusión y del retorno de goce, donde la defensa fuerza la exclusión de la voz en una doble dimensión: en tanto soporte de la enunciación  y en tanto experiencia de goce.
Gracia Viscasillas presentó una interesante viñeta clínica que ilustró cómo una intervención con un sujeto autista permitió que éste pasara del ruido al grito y, unos meses después, comenzara a usar las palabras. Al respecto, Elizabeth Escayola apuntó que antes de la palabra no hay el silencio sino el rasgo, el grito.
Ermel Morales, profesor de interpretación textual de la Escuela Superior de Arte Dramático de Galicia, explicó una experiencia teatral con adultos diagnosticados de trastorno del espectro autista en la que los guiones se reescriben en la medida que los participantes pueden ponerles sus propias palabras. “Los cuentos se escriben pero si al contarlos se reescriben –precisó- se cuentan mejor”.

III. "La ciencia, el método científico y sus límites"
Manuel Fernández Blanco señaló que la evaluación, la cifra, el conductismo se han convertido en el discurso común. Cuando hablamos de eficacia, de eficiencia, de autoestima -significantes amo de nuestra época-  hablamos conductismo sin saberlo. Este discurso contamina todas las practicas –sociales, políticas, educativas, sanitarias y nos vuelve un poco más tontos de lo real.
A continuación, Javier Peteiro, Jefe de la Sección de Bioquímica y Laboratorio de Alergia del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña partió en su intervención de que no todo es accesible a la ciencia ni todo lo que se llama ciencia lo es. Seguidamente clasificó las distintas teorías existentes del autismo como científicas, pseudocientíficas o cientificistas.
Si bien la ciencia puede aportar datos interesantes sobre los correlatos genéticos y neuropatológicos del autismo –señaló-, hay escasas teorías científicas por lo que, en ausencia  de un conocimiento básico, no es posible desarrollar un tratamiento científico eficaz. Respecto a las teorías pseudocientíficas, advirtió de su peligrosidad. Y en relación a las corrientes del cientificismo conductista y la medicina basada en la evidencia coincidió con el psicoanálisis en que anulan al sujeto. Por último señaló que la ciencia no es suficiente ni para comprender el autismo ni, en general, al ser humano. Además –afirmó-, una teoría del ser humano puede ser verdad sin que sea científica.
Manuel Fernández Blanco informó de que el próximo otoño Miguel Gómez editores publicará un libro de Peteiro cuyo título será: El autoritarismo científico.
Laia Torrent, bióloga molecular y estudiante de doctorado en neurociencias, explicó cómo se aplica el método científico en investigaciones genéticas. La competencia feroz que hay entre los investigadores, los distintos equipos, hace que solo se publiquen los resultados positivos y no los negativos.
Cristian Stephanoto, investigador en neurociencias mostró su preocupación porque los sistemas de validación científicos padezcan de cierta falta de rigor. E insistió en que la producción de conocimiento científico no está en absoluto exenta de arbitrariedad y parcialidad.
El psicoanalista Juan Pundik subrayó que la medicalización de la infancia es un problema político de primer orden que requiere una respuesta política. El poder está en manos del neoliberalismo, una concepción ideológica económica para la que no hay naciones, ni sociedades, ni culturas, ni sujetos. Solo existe el mercado.
 El psicoanalista Guy Briole planteó la no adecuación entre los progresos de la ciencia y de la humanidad. En el ritmo acelerado actual, y sin que exista un debate ciudadano, “es la ciencia la que dirige el baile”. Se pretende remodelar la sociedad, y a los hombres que forman parte de ella,  a partir de progresos científicos considerados a partir de criterios de rentabilidad. Se hace creer que el goce de los objetos de consumo vale como proyecto de vida de un hombre deseante. El médico actual, al acentuar la vertiente científica en detrimento de su dimensión humanista está atrapado en dicho movimiento.
La psiquiatría –señaló-, arrastra consigo dos significantes de los que le cuesta separarse: el poder y la disciplina. Por eso frecuentemente la encontramos aliada con el poder político, interesado en el orden y la disciplina. La ética del psiquiatra moderno es bio-disciplinar.


IV.  "Las palabras de los padres"
En esta secuencia intervinieron Miguel Gallardo, Mar Calado, Ana Laura Castro, Sagrario Rojas, Menchu Ruiz. Si bien todos los testimonios tuvieron un valor especial, voy a retomar aquí solo algunos de ellos. Miguel Gallardo, dibujante e ilustrador, habló de su experiencia con las particularidades de su hija a lo largo de los años y nos habló de su libro “María y yo”, producto de ella, que ha sido trasladado recientemente al cine por Félix Fernández de Castro y estará pronto en las pantallas.
Mar Calado nos presentó la nueva asociación TEAdir, de la que es vicepresidenta y que agrupa a padres y familias de pacientes con trastorno del espectro autista, que creen que el tratamiento ha de tener en cuenta la subjetividad del niño y reclaman su derecho a elegir el tipo de tratamiento que consideren más conveniente para abordar las diferencias de sus hijos.
Ana Laura Castro testimonió de cómo un significante-amo le había impedido durante un tiempo conectar con su hija. Finalmente comprendió que tenía que acallar sus exigencias, silenciar su interior para poder percibir a su hija.

V y VI. “El tratamiento del autismo” y “El tratamiento del autismo entre varios profesionales”
A lo largo de estas dos secuencias, pudimos escuchar algunas viñetas y reflexiones clínicas muy interesantes de los psicoanalistas Begoña Ansorena, Martín Egge y Gradiva Reiter.
Begoña Ansorena presentó una viñeta clínica que situaba claramente cómo el establecimiento de un diálogo con el autista requiere previamente la extracción de un objeto. Gradiva Reiter, por su parte, presentó otra viñeta que ilustraba con claridad cómo la inclusión de la diferencia, homogeneizándola con el resto, es decir, anulando lo que hay de más propio, el rasgo único, puede ser desolador.
También pudimos escuchar las intervenciones de distintos profesionales que trabajan en distintos dispositivos y desde distintas prácticas: las psicomotricistas Estrella Masaveu y Yolanda Vives, el pedagogo Daniel de León, y los psicoanalistas Giusseppe Salzillo, Vilma Coccoz y Llúcia Viloca.
Los psicoanalistas Pilar Foz y Félix Rueda testimoniaron de su primer encuentro con la clínica del autismo a partir de sendos casos. Pilar Foz señaló que la primera lección que aprendió es que el niño autista se defiende  de los otros y vive en su propio cuerpo aquello que le viene de fuera sintiéndolo como intrusivo, por lo que hay que dejarse guiar por él. Félix Rueda afirmó que querer borrar la dimensión de la trasferencia y su articulación con la subjetividad aplasta a los niños, a sus familias y a los que trabajan con ellos.
Vilma Coccoz denunció cómo la ideología de la evaluación trata de someter a los “anormales” –fuera de la norma- a sus dictados ciegos. Y recordó  que Lacan hablaba de que existen infinitas formas de la adaptación.
Por su parte, la psicoanalista Llúcia Viloca nos hizo conocer una entrevista que realizó a Ajuariguerra, en Suiza, el año 1971, donde este psiquiatra subraya la importancia esencial de la palabra, del diálogo con el paciente, en los tratamientos.
En relación a las distintas prácticas y dispositivos, Vicente Palomera señaló que el partenaire en todos los casos sigue siendo la palabra. Es importante estar atento a todo lo que puede hacer metáfora en esta clínica.

VII. El efecto de la evaluación en nuestra cultura”
Constantino Bertolo, editor de Caballo de Troya, advirtió de la importancia de dialogar con los textos, de escucharlos.
Mar Vila habló de su experiencia como residente de psiquiatría infanto-juvenil en el SLAM (South London and Maudsley Hospital) donde la labor administrativa deja cada vez menos tiempo a la clínica.
Nora Catelli, profesora de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la UB, se refirió al problema de la evaluación y el control social en la universidad y situó dos problemas: por un lado, la minorización de los estudios universitarios y la reducción de la universidad al mundo de la empresa.
Sonia Arribas, profesora de la Universitat Pompeu i Fabra señaló que si la práctica de la evaluación en Humanidades es reciente sin embargo es una tendencia preponderante sobre todo por parte de las ciencias cognitivas. Se ataca la trasmisión de saber basada en la trasferencia. La relación alumno profesor queda sustituida por la de cliente-manager. La burbuja del conocimiento en la universidad será la próxima en estallar, vaticinó.
La psicoanalista Delia Steinmann, supervisora de equipo en el Hospital Regional de Rhône-Alpes (Francia), recordó que un ser humano nace del encuentro del viviente con la lengua y, por tanto, es único en su especie. Cada uno encarna su propia norma. Desde esta perspectiva una ciencia digna de ese nombre no colabora con ningún control de calidad de los seres humanos. El cálculo matemático tiene su límite en la subjetividad. La cifra no es un argumento para forjar un destino.
Por último, Luisa Casas, profesora de literatura en un instituto situado en un barrio poco privilegiado de Barcelona, explicó cómo ante las dificultades que encontró cuando llegó al centro decidió empezar una experiencia teatral con los alumnos que logró movilizarlos y empezar a interesarse por otras cosas. Esta experiencia prosigue en forma de una compañía de teatro estable que ha pasado del circuito amateur al profesional y ha obtenido numerosos premios.

Ideas perspectivas, conclusiones
Miquel Bassols se refirió al foro como un poliedro con muchas caras, que nos han permitido ver distintos rasgos y un vacío necesario. Lo que la evaluación no puede evaluar –señaló- es que somos un error y que solo en el mejor de los casos conseguimos hacer un buen síntoma.
En su conferencia final, “Los futuros del espectro de los autismos”, Éric Laurent señaló que dar la palabra a los sujetos autistas produce una “desmasificación” de las identidades que se sitúan bajo la barra de dicho espectro. Vemos surgir entonces una heterogeneidad de sujetos.
Esta diversidad convoca, fascina como se pudo comprobar en el gran éxito de audiencia que tuvo la serie “Jóvenes, autistas y locos por la escena” (Young, Autistic and Stagestruck”), que Canal 4 del Reino Unido emitió entre abril y mayo de este año. En ella, nueve jóvenes autistas trataban de producir una obra teatral.
La paradoja es que la remedicalización de la psiquiatría que se produjo durante los años setenta del pasado siglo sacó el autismo de la escena de la relación y lo convirtió en objetivo de las investigaciones que buscaban posibles alteraciones genéticas.
Sin embargo, el espectro de los autismos reúne una clínica tan variada que no puede resumirse en las categorías del DSM. En uno de los polos del espectro se puede situar el autismo, con trastorno de la comunicación, y en el otro, los trastornos bipolares, que presentan trastornos relacionales y afectivos. Varones y mujeres se reparten de manera distinta en relación a cada uno de estos polos: los primeros son diagnosticados de autismo cuatro veces más que las mujeres y estas últimas son diagnosticadas de trastorno bipolar tres veces más que los primeros.
El aumento espectacular de los casos de autismo es el resultado del aplastamiento de la clínica que implica la categorización de los DSM. Dentro de diez años, uno de cada cincuenta individuos será diagnosticado como autista.
Pero hay una resistencia a ser incluido en estas etiquetas. De hecho, el DSM V, cuya publicación está prevista para el año 2012, eliminará el trastorno de Asperger como categoría individual y conservará la categoría de trastorno del espectro autista.
El futuro del espectro de los autismos, difícil de mantener –señaló-, son los autistas mismos, la particularidad específica de cada uno de ellos en tanto sujetos. Hemos podido ver su diversidad en las viñetas clínicas que hemos escuchado y, asimismo, cómo los distintos terapeutas se dirigían a cada sujeto autista para producir efectos terapéuticos.
 Si en la paranoia el sujeto sitúa el goce en un Otro de mala fe que lo persigue, y en la esquizofrenia, lo sitúa en el cuerpo y sus órganos, Éric Laurent propone situar el goce, en el autismo, en un borde.
El encapsulamiento autista permite tener un cuerpo: en lugar de la imagen, hay una cápsula que define el espacio de seguridad del autista, le da un límite protector frente a un Otro amenazante. En terapia, ese borde puede desplazarse, aflojarse constituyendo un espacio que no es ni del uno ni del otro, y donde puede producirse cierto intercambio con un Otro, que no es el Otro amenazador situado fuera del borde. Es un espacio de cierto juego.
El psicoanálisis es un espacio de juego: juego de la palabra en la neurosis, juego en la clínica con niños, juego de construcción de una lengua personal en la psicosis, juego de construcción de un borde en el autismo.
Todo vale para producir este borde, para obtener un efecto de resonancia, una satisfacción en el intercambio. Esto es distinto respecto a lo que vemos en las teorías del aprendizaje donde el objetivo está predefinido y, al cumplirlo, se obtiene una recompensa.
En la perspectiva del psicoanálisis no hay separación entre el saber y el placer que se obtiene en ese intercambio. Estamos en un juego tal que cualquier cognición constituye una satisfacción. Se trata de una práctica entre varios, pero no solo entre varios terapeutas, sino entre varios cuerpos. El cuerpo del terapeuta es utilizado como objeto. Él se hace causa de que pueda construirse un borde, ocupa ese lugar, incluso con su cuerpo.
Para construir este espacio es necesario, como ilustraron algunas viñetas, extraer un objeto. Entonces el ruido puede transformarse en grito. Hay que tener tacto. No hay que tener prisa porque la producción del sujeto requiere un tiempo que no puede medirse de manera lineal. Hay que respetar el silencio del niño y mantener el silencio del lado del terapeuta.
Seguidamente, Laurent retomó la cuestión de la mayor frecuencia de diagnósticos de autismo en los varones. ¿Cuál es la causa?, se preguntó. Respondió que Freud explicó a través de la distinta relación con el falo, la mayor frecuencia de la depresión en la mujer, relacionándola con la necesidad de amor y la respuesta ante la pérdida. Los sujetos autistas, por su parte, testimonian de la intolerancia a la falta. Si hay una mayor vulnerabilidad de los varones es porque son portadores del pene y la falta está forcluida.
Para finalizar, Laurent señaló que la experiencia de este foro ha sido excepcional para ver cómo salir de cierta tiranía populista del silencio. Pero hay que seguir, lo que hizo resonar el poema de Lluís Solà leído por Mercè Managuerra, cuyo últimos versos leyó a continuación: “Por las escaleras del silencio, no pares (…) habla, no pares, anuncia la palabra”. Esto es lo que intentamos hacer con el espectro de los sujetos autistas, concluyó.
En la clausura del foro, Carmen Cuñat subrayó que hacer un foro implica subvertir las inercias institucionales de los otros, pero también las nuestras. Elizabeth Escayola, por su parte, agradeció las intervenciones, la participación de todos y tuvo, asimismo, unas palabras de reconocimiento también para los niños autistas que nos permitieron reunirnos y trabajar juntos. Haciendo lazo así, habrá otros foros, concluyó.

Margarita Álvarez
Psicoanalista, Escuela Lacaniana de Psicoanálisis

jueves, 17 de junio de 2010

Las secuencias del Foro


508 inscritos

 Recepción - 9h.

Apertura - 10h.
Judith Miller, Presidenta de la Fundación del Campo Freudiano con Lucía D'Angelo, Presidenta de la Escuela Lacaniana de psicoanálisis  


El riesgo de la evaluación. Negar la dimensión subjetiva
Tecnocracia y política”, Jose Andrés Torres Mora (sociólogo)  

 “Cómo se construye la subjetividad en el personaje literario”,Lolita Bosch (escritora)

"Política de la evaluación", Jorge Alemán (psicoanalista)

con José Ramón Ubieto (psicoanalista) 


Un claro ejemplo de la subjetividad en juego: el autismo 

”La voz”, Mercè Managuerra (actriz) 
"Avatares de la enunciación y la voz", Josep Maria Panés (psicoanalista)

"La urgencia de apostar por el sujeto", Gracia Viscasillas (psicoanalista) 

"Miradas Subjetivas", Ermel Morales (profesor de interpretación)

"Una página abierta a lo inesperado", María Alba de Luna (psicoanalista)

con Elizabeth Escayola (psicoanalista)


 La Ciencia, el método científico y sus límites
"La Ciencia autista", Javier Peteiro (médico-bioquímico)

”Un viaje imaginario a la ciencia del siglo XXI”, Laia Torrent (bióloga molecular)

“Subjetividad y Ciencia “, Cristian Stephanoto (astrónomo)

"Hacia donde vamos", Juan Pundik (psicoanalista)

"Ficciones autísticas", Guy Briole (psicoanalista)

con Manuel Fernández Blanco (psicoanalista)


 La palabra de los padres
Miguel Gallardo (dibujante e ilustrador)
Mar Calado (Associació TEAdir)

Ana Laura Castro (fotógrafa

y otros testimonios
con Neus Carbonell (psicoanalista)
 


 Pausa de 13'45h. a 14'30h. 


El tratamiento del autismo

  "La brújula del psicoanálisis en la cultura del niño autista", Martin Egge (neuropsiquiatra)

¡Falta uno!, Begoña Ansorena (psicoanalista)

“Respetando la elección del niño”, Gradiva Reiter (psicóloga)

"Hace ya bastante tiempo...", Felix Rueda (psicoanalista)

  con Iván Ruiz (psicoanalista) 


El tratamiento del Autismo entre varios profesionales

  “La psicomotricidad, un encuentro psicodinámico”, Estrella Masabeu (psicomotricista)

Maneras de precaverse de los chaparrones”, Yolanda Vives (psicomotricista)
con José Ángel Rodríguez Rivas (psicoanalista)   


 “Antenna G. Beolchi”,
 Giuseppe Salzillo (psicoanalista)

"No sin los padres", Vilma Coccoz (psicoanalista)

“La comprensión literal del lenguaje en el autismo”, Daniel de León (pedagogo)

La contingencia de un encuentro”, Pilar Foz (psicoanalista)

 “Un diálogo con el doctor Ajuriaguerra”, Llucía Viloca (psicoanalista)


con Vicente Palomera (psicoanalista
)  


El efecto de la evaluación en nuestra cultura
"La evaluación un riesgo para la salud", Juan Irigoyen (sociólogo)
”La cena de los médicos”, Constantino Bertolo (editor)
”Una experiencia en Inglaterra”, Mar Vila (psiquiatra)
"Evaluación y control social", Nora Catelli (profesora de universidad)
 “Lo que la evaluación silencia en filosofía", Sonia Arribas (profesora de universidad) “¡Levántate y anda!”, Delia Steimann (psicoanalista)  “Ante la dificultad, una opción: crear“, Luisa Casas (profesora de literatura)
con Jesús Ambel (psicoanalista)

 

Ideas, perspectivas, conclusiones
Éric Laurent (psicoanalista)

con Miquel Bassols (psicoanalista)

Carmen Cuñat (psicoanalista) con Elizabeth Escayola (psicoanalista)


El Foro finalizará a las 19'30h.


 Comité de redacción: Carmen Cuñat, Iván Ruiz y José Ramón Ubieto

miércoles, 16 de junio de 2010

Hacia el Foro: La evaluación y la educación


La evaluación es un tema recurrente que atraviesa hoy todos los campos de la educación. Los profesores evalúan los aprendizajes de sus alumnos, los psicopedagogos evaluamos a los niños y adolescentes con dificultades para diagnosticarlos, los docentes evalúan su  práctica... La administración educativa, con sus pruebas diagnósticas, barema el nivel de nuestros alumnos y los compara con los de otras comunidades y países.

Si esto fuera poco, en el horizonte de la convergencia europea en educación, aparece el control de calidad educativa, un sistema de control de calidad extrapolado del mundo empresarial al universo educativo. La maldita norma ISO, con su propuesta de mecanismos internos de auto evaluación y de evaluaciones externas llevadas a cabo por agencias evaluadoras, formadas para estos menesteres. De este proceso puedo dar buena cuenta, pues el centro donde trabajo ya ha iniciado este proceso y he pasado dos años de mi vida profesional y casi de la personal intentando sobrevivir a los diferentes procesos, inventarios, no conformidades, valores de conformidad, objetivos de mejora, cuadros de mando y un largo etcétera. Afortunadamente tenemos el sello de calidad y con buena nota, pero esto no es suficiente porque el proceso sigue y ahora hay que intentar mantenerlo.

Hace unos años Anna Aromí, en el 2004, escribía un artículo que llamó “Imperio del número y pulsión de muerte” , en él hablaba de como la ideología de la evaluación se sostiene en la idea de que las disciplinas que trabajan con personas han ser “científicas”, es decir, calculables, previsibles. Habla del “protocolo” como sostenido en una ilusión: “que sirva para cubrirlo todo, que no queden resquicios”. Es cierto, el protocolo se pretende el instrumento perfecto para el control de calidad. El protocolo nos ofrece respuestas accesibles y rápidas, marca el punto de partida y el punto de llegada, es decir, nos pone a todos bajo control. Es lo que ha de permitir que una experiencia se repita de forma idéntica, inmutable.

Pero la educación es incalculable, participa del imprevisto, pone en juego el deseo de cada uno de los implicados. Seguramente preferiríamos que todo fuera estable y repetible para no tener que comenzar cada vez. Pero esto no es lo que nos encontramos porque el deseo no se puede imponer. El deseo se materializa en cada situación, en cada relación concreta, y por eso puede provocar movimientos y cambios. El educador abre posibilidades, da tiempo, construye situaciones, que en definitiva hagan posible la emergencia del sujeto.
De ahí la diferencia entre aprendizaje y educación. El aprendizaje es algo que se adquiere, supone un tiempo acotado y previsible, da lugar a la posibilidad de evaluación. La educación es un efecto subjetivo, particular para cada sujeto, no es cuantificable, no se puede anticipar. El educador no sabrá sobre la apropiación que hará el sujeto, ni en qué tiempos y a pesar de ello debe confiar y apostar en su quehacer.  La educación requiere de aprendizajes pero no son lo mismo. No hay dos alumnos que aprendan del mismo modo. No se trata sólo de democratizar el acceso a la escuela, hay que democratizar también el éxito, gestionando lo mejor posible la inevitable heterogeneidad en las aulas.

El protocolo niega en parte la subjetividad, otorga elementos comunes e indicadores que facilitan la toma de posición, la toma de decisión y, emerge como la posibilidad de dar respuesta única a las situaciones. El protocolo obtura las posibilidades de interrogarse, buscar una orientación, hacer un trabajo….Aparece esta necesidad como recurrente por parte de directivos (que necesitan reglamentar una forma homogénea de intervención) pero también aparece como demanda permanente de los profesionales para resolver múltiples situaciones, causantes de un gran malestar. Sabemos que buscar respuestas pre-establecidas es responder a un discurso que deja fuera al sujeto. El protocolo nos dice que hay que hacer en cada situación, y esto tranquiliza. Pero más tarde este alivio, que es solo inmediato, retorna como malestar por la misma imposibilidad de controlar aquello que inicialmente se manifiesta como controlable.

El protocolo nos lleva a hablar de integración. Pienso que la palabra integración lleva a engaño. La integración de la que hablamos en educación tiene más que ver con “homogeneización”, todo con un orden establecido. La integración va más allá, tiene que ver con la aceptación y el respeto a las particularidades de cada uno, tiene que ver con el lazo social, con la relación que el niño tiene con el mundo. En el contexto escolar hay el ideal de la integración, integrarlos a todos y entre sí. Esta ambición no sólo es imposible sino que en el caso de algunos alumnos podría ser contraproducente.

Las respuestas de la institución escolar llevan la marca de la homogeneización. Esto lo podemos ver claramente en la atención a la diversidad, que recoge déficits de atención, discapacidades, comportamientos indisciplinados, dificultades en el aprendizaje, absentismo y mucho más. Lo que esta inscripción esconde es la manera de concebir al sujeto: con un déficit (neuroquímico, trastorno, perturbación, etc.). Esta forma de concebir la realidad pasa factura en las diferentes medidas de atención a la diversidad que se promueven, se acaba reproduciendo el mismo efecto de segregación que se pretende disolver. Hay un punto de tensión imposible de eliminar entre lo universal de la norma y la particularidad del sujeto. Precisamente por esta razón más allá de los recursos externos homogeneizadores, hemos de apuntar a reintroducir el valor del sujeto irrepetible como principal recurso y motor de cambio.

Hemos de inventar modos para encontrar resquicios de subjetividad en los protocolos y en nuestro quehacer cotidiano, abrir preguntas, interrogantes, enigmas. Estamos convocados para acompañar a un sujeto, un niño, un adolescente, que sólo él puede tener la responsabilidad de sostener su lazo social, no a un sujeto estigmatizado, enfermo, etc. sin responsabilidad.

La pulsión, lo que no funciona, es la evidencia que los humanos seguimos teniendo cosas inabordables por los procedimientos mecánicos, homogeneizadores.

Mª Dolores Camps
Psicopedagoga


miércoles, 2 de junio de 2010

¿Quién nombra al autismo?


Voy a comentar un pequeño-gran detalle ocurrido en una entrevista audiovisual a propósito del día internacional del autismo, la psicóloga especialista, rectifica enérgicamente al entrevistador, porque éste, desde su desconocimiento les ha llamado “personas autistas” en lugar de cómo se debe decir actualmente: “personas con autismo”. Esta diferencia, a tenor de la regañina que le cae encima al esforzado señor, señala un punto de viraje decisivo de un antes lleno de oscuridad e interpretaciones pre-científicas, y un ahora luminoso que les devuelve la dignidad. La psicóloga exclama que por fin la ciencia ha venido a liberar la diferencia autista de los prejuicios de la ignorancia, y que ahora se les podrá atender, ocuparse de ellos como les corresponde.

    Esta mujer –de corte humanista- defiende con pasión -y diría que incluso con amor-, a la persona apresada y desvalida que hay en la enfermedad del autismo, y también con pasión critica a la sociedad que evalúa, y con ello no respeta la diferencia absoluta de cada persona. Para ella, y creo que más allá de ella también para la nueva tendencia, la distinción en la manera de nombrar el autismo, es un avance fundamental que permite separar la persona de la enfermedad. Es por ello que se puede evaluar la enfermedad, pero dejando a salvo la integridad de la persona como valor en sí mismo fuera de toda medida. Creo que valdrá la pena decir algo respecto de esta distinción que, me parece es la base moral de la actual rehabilitación.


Todos iguales, todos diferentes. La operación de base de este viraje, me parece claro, se trata de separar “persona” de “autismo”, y con esta operación recuperar la integridad, como volar absoluto, de la persona en juego. Se quiere recuperar la  pérdida que produce la sustitución metonímica del todo (persona) por la parte (autismo), que como sabemos, remitiría a la alienación significante del sujeto en su entrada en el campo –digamos- social. Y curiosamente para recuperar la pérdida, se presenta a la ciencia como la gran libertadora, la que supuestamente restaura la integridad personal, la que devuelve un valor absoluto sin comparación ni medida  posible. Por más  contradictorio que nos parezca, la cosa, me parece que se ha articulado de este modo: la ciencia iguala a todos, todos somos igualmente diferentes. La diferencia autista, como cualquier otra, deberá ser admitida en nuestra sociedad de la diversidad. La coherencia de esta posición emergente pone de manifiesto el rasgo de nuestra civilización actual del Otro que no existe, es decir de la serie abierta.

    Cuando esta psicóloga, comprometida con la atención al autismo, riñe al presentador, lo hace porque percibe que éste todavía piensa según la estructura del “todo”, en cambio la novedad liberadora consiste en la estructura regida por el “no-todo”. La sociedad de la diversidad es una serie abierta de formas de ser persona, donde no cabe operar con la falta subjetiva, solamente se trata de diferencias. Es interesante observar que en la medida que desaparece la falta (en los dos sentido de la palabra como falta-de-ser, y también como culpa) se establece como  dominante el déficit (aquí también tanto respecto al cuerpo como organismo biológico, así como de los recursos del cuerpo social). Y cualquier referencia a la presencia de la falta, es decir implicar la negatividad en los desordenes de la persona, son atribuidos a prejuicios ignorantes de épocas superadas. Entonces, en tanto no hay falta subjetiva en juego, se le restituye a la persona con autismo su integridad, y se explica sus alteraciones por el déficit de su neurobiología, teniendo buen cuidado de haber separado previamente persona de enfermedad.

Separar persona de enfermedad (persona “con” autismo) en el marco de la neurobiología supone una contradicción máxima, en tanto que la persona como tal, bajo esa perspectiva, es una función de la neurobiología. ¿Qué nos dice esta contradicción tan evidente, y a la vez tan escondida en la evaluación?

A poco que reflexionemos aparece clara la respuesta, la separación aludida es la operación por la que se hace del autismo un objeto, se trata de producir el objeto de tratamiento. Y el objeto reducido a puro déficit. Y efectivamente, como exclama la especialista, esto lo hacen las neurociencias muy bien. Y resulta claro esta objetalización si consideramos, cosa que oculta la evaluación, que tanto nombrar a la persona como autista, así como separar persona de enfermedad, en ningún caso, este nombramiento lo realiza el sujeto afectado, sino que es una elaboración del profesional, es el sistema técnico quien realiza estas operaciones. Por lo tanto no estamos hablando de aquello que el sujeto autista pueda elaborar –lo cuál estaría bien que llegara a asumirse como persona diferenciada de la enfermedad- , sino al contrario, se trata de lo que elabora el sujeto profesional, en este sentido la separación habla únicamente del deseo del técnico, y lo que dice es que produce al autismo como objeto, objeto de su fantasma ubicado en la realidad.

José Rubio

martes, 1 de junio de 2010

Actualidad del Foro

Cuando hablamos de autismo, ¿hacemos referencia únicamente a la infancia? Es cierto que el Foro del próximo 19 de junio surge de la preocupación que el mapa que se configura para el diagnóstico, la atención y el tratamiento del autismo en la infancia, en nuestro país, ha surgido entre los profesionales y las familias que no aceptan la colonización que el Cognitivismo ha ejercido en el campo de lo humano. Pero, ¿qué sucede con el autismo en la vida adulta? ¿Cómo se configura la vida cotidiana del adulto con autismo y qué se le ofrece como salida a sus intereses y tratamiento de sus preocupaciones más personales? ¿Sólo reeducación, in eternum? Se trata del modo en que dar un lugar a su particular manera de habitar el lenguaje y el mundo, cuando ya lo no evaluable se impone desde el caso por caso. Algunas intervenciones en el Foro abordarán de manera original estas cuestiones.
También para lo que de la evaluación no encaja del todo en política, sociología, educación, cultura, ciencia, literatura y arte; en definitiva, para lo que la evaluación silencia.
Cerca de cuarenta invitados de disciplinas diversas estarán acompañados por psicoanalistas provenientes de todas las comunidades de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.
El próximo miércoles se inicia la cuenta atrás; tan sólo un mes para la celebración del Foro. Los lectores de este boletín dispondréis en los próximos días de los nombres de los invitados. Será una ocasión más para decidir inscribirse, quien no lo haya hecho todavía, y asegurarse así la presencia en el World Trade Center de Barcelona.

Iván Ruiz