domingo, 28 de febrero de 2010

La cifra del autismo

El Comité Consultivo Nacional de Ética (CCNE), sección ciencia de la vida y de la salud, ha publicado recientemente su dictamen nº 102, que se ocupa de la atención al autismo. Este documento avanza una serie de cifras obtenidas a partir de una categoría muy amplia, admitiendo dos tercios de casos “atípicos”: serían 600000, un número que se espera que aumente cada año en 8000 unidades.
¿De dónde proviene esta categoría grande e imprecisa? En las clasificaciones epidemiológicas, las categorías surgidas de la clínica fueron abandonadas a partir de los años ochenta, en provecho de otras, formadas en la perspectiva cognitivo-conductual. Es así que se ha construido la categoría del síndrome autista, problema de la facultad cognitiva. Resultado: la multiplicación por diez del número de casos en veinte años. Viento de pánico. Hay que olvidar que dicha categoría se funda en hipótesis que los últimos veinticino años no han permitido confirmar de ninguna manera.
El CCNE piensa que el abandono de las referencias inspiradas por la tradición clínica es en el interés de las familias y de la ciencia, ya que el psicoanálisis habría “conducido a situar la causa en el comportamiento de los padres, y en particular de las madres (...) en el desarrollo del handicap”. Las instituciones en consecuencia habrían alejado a los padres de los niños. El anexo evoca, con todo, la humanidad de los hospitales, que se debe al trabajo de generaciones de psiquiatras inspirados por el psicoanálisis.
Contrariamente a lo que anticipa el dictamen nº102, no son los psicoanalistas los que primero subrayaron el papel de las madres de los sujetos autistas, sino más bien el inventor del autismo, el Dr. Kanner, a partir de los primeros casos que aisló.
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Decir que el psicoanálisis culpabiliza las familias es mezclar varios niveles. No es el psicoanálisis sino su psicologización lo que lleva a la culpabilización del defecto parental ante el Ideal y a una tipología de los fallos de las madres y los padres.  Por el contrario, la orientación lacaniana proscribe toda culpabilización y está comprometida a actualizar las estructuras significantes y libidinales que subyacen en la psicosis y el autismo, los fenómenos que generan y su lógica propia.
Los tratamientos psicoanalíticos de la psicosis o del autismo se fundan en el dirigirse del sujeto al Otro y buscan establecer un “diálogo”, aunque sea particular. El film que Sandri Bonnaire ha hecho sobre su hermana, presentado por primera vez en el canal de TV France 3 el día 14 de setiembre de 2007 testimonia de la ruptura brutal que se produce cuando el sujeto autista se confronta al rechazo de su “dirigirse al Otro” y muestra por el contrario los espectaculares efectos benéficos que provocan acoger la demanda. De la misma manera Sortir de l’autisme, el libro de Jacqueline Berger, madre de mellizas afectadas, muestra magníficamente que es necesario acoger el dirigirse del sujeto autista y no únicamente educarlo.
Los testimonios de autistas de alto nivel nos indican la particularidad de este dirigirse. Temple Grandin nos dice: “Mi modo de pensar se parecía al funcionamiento de un ordenador, y podía explicar el proceso, etapa a etapa”. A partir de una crisis de epilepsia a los cuatro años, Daniel Tammet se obsesionó con los cálculos, desde entonces sólo los números podían apaciguar su sufrimiento. El día 14 de marzo del 2004, día del nacimiento de Einstein, enumeró en público 22514 decimales del número π. Kamran Nazeer investiga acerca de cuatro compañeros de una escuela especial para autistas a la  que había asistido en 1982; después pasó por Cambridge, trabaja ahora en el ministerio de Asuntos Exteriores. Uno de sus antiguos condiscípulos es analista de discursos políticos en Washington, otro ingeniero de sistemas informáticos, un tercero es ordenanza, con intinerarios muy sabios, verdaderos algoritmos. Estos sujetos autistas han econtrado soluciones que les han permitido insertarse en el mundo. El hecho de no tener empatía no es solamente un “handicap” sino que libera de cualquier comprensión.
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El cognitivismo es pedagógico: ignora las particularidades del dirigirse autístico y toma a su cargo educar al sujeto. Las familias se encuentran transformadas en auxiliares educativos. Esta perspectiva se vuelve delirante en el método ABA (Applied Behavioral Analysis) en que el niño es sometido a cuarenta horas de ejercicios intensivos a la semana. Este ideal pedagógico se revela agotador y conduce generalmente a impases. La culpabilidad puede empujar a los padres a hacerse educadores hasta el límite de sus fuerzas. Las madres sufren especialmente, hasta el desespero, incluso llegan a borrarse con su hijo. Algunos casos recientes, provenientes de Estados Unidos, testimonian de ello. En este país la perspectiva cognitiva reina sin igual en el dominio del autismo. Un artículo del New York Times de junio del 2006 presenta una serie de casos trágicos que muestran los excesos a los que conduce el cognitivismo. Tales casos fueron elegidos por la autora del artículo, ella misma madre de un niño autista. Quería, afirma ella misma, proteger a los padres de las falsas esperanzas a los que son lanzados y que pueden conducir a tragedias.
El dictamen nº 102 evoca la guerra que se libra en Francia, y en otros países, entre psicoanalistas y cognitivistas: hace falta girar página para entrar en la modernidad anglosajona. Visión simplista. El aire llamado anglosajón es de hecho el lugar de otra guerra entre los cognitivistas y ambientalistas. La historia de la fundación Autism Speaks nos da testimonio de ello. Creada en 2004 por el Presidente de la cadena de televisión NBC y de Studios Universal Bob Wright, después del nacimiento de su nieto, diagnosticado de autismo, esta Fundación recaudó rápidamente una gran cantidad de fondos que le permitieron, entre 2005 y 2007, financiar investigaciones destinadas a probar distintas hipótesis: la hipótesis genética, la hipótesis del envenenamiento por un mercurio sintético presente en las vacunas, la hipótesis de la doble causalidad según la cual un gen podría ser activado por el mercurio u otras neurotoxinas. Como el nieto no respondió  a las terapias comportamentales, su madre, hija de Bob y Suzanne Wright, cree firmemente en la virtud de una purificación por la dieta y la evacuación de los metales del cuerpo. Acusó a sus padres y les pidió que se retiraran en favor de una nueva generación. En junio de 2007 sus padres se desmarcaron de las posiciones virulentas de su hija. Ella les reprochó haberla atacado personalmente. Continuará.
Como se ve, partir hacia la búsqueda de las causas no es fácil: las pasiones se desencadenan, no está excluido que se revelen los rasgos persecutorios de las personalidades en esta ocasión. Una guerra oprime también a las familias: se encuentran prisioneras en el campo de la concurrencia victimizadora entre las asociaciones de padres de niños diversamente “handicapados”. Se trata sobre todo de una oportunidad para que Francia no se precipite hacia las heridas de esa llamada modernidad que nos ensalza el dictamen nº 102.
Se empuja a los sujetos de una categoría a la otra, pero sus sufrimientos bien reales permanecen. El autismo esconde una cifra enigmática sobre la cual los sujetos autistas nos llegan a hablar: nos toca a nosotros escucharles. Desmantelar la clínica, reemplazarla por una lista fragmentada de comportamientos observables ligados a hipótesis de déficits cognitivos, eso no va, y no cesa de producir estragos. Sostengamos el diálogo con el autista, definamos los espacios en que sea posible acompañarle, ayudarle a construir un “autismo entre varios”.

Eric Laurent – Psicoanalista
Publicado en Le Nouvel Âne nº 8, Febrero de 2008

Traducción: Neus Carbonell

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