Como miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Ambel alerta de los peligros que entraña un excesivo control de la calidad en todos los ámbitos de la sociedad
A. Beauchy / Granada Hoy / 24.03.2010
Jesús Ambel (Orce, 1957) trabaja desde hace 26 años como psicólogo en el Ayuntamiento de Granada, actualmente como Jefe de Servicio del Gabinete de Atención al Personal, y tiene una consulta como psicoanalista. Mañana da una conferencia (19:00 horas) en el Salón de Grados de la Facultad de Políticas.
-Hay una nueva cultura de la evaluación en todos los ámbitos de la sociedad (judicial, educativo, sanitario...), ¿no cree?
-Los profesionales vemos cada día cómo se dobla nuestro trabajo con un sinfín de papeles que hay que remitir a las agencias evaluadoras que controlan la calidad. La neo-evaluación no produce sentido, sólo sirve para controlar. Es un atentado a las libertades.
-¿Está preparado el ser humano para ser evaluado en su trabajo?
-La evaluación del ser humano en el trabajo es la demostración de un poder y el ejercicio de un control. Estamos en tiempos de promoción de la inmunda moral del sacrificio, como decía el psicoanalista Jacques-Alain Miller, editor de los Seminarios de Lacan.
-Cuando se evalúa la labor de alguien, se le está juzgando también como persona ¿no?
-La intimidad está amenazada por la gestión del comportamiento, por las técnicas sugestivas de la psicología del conformismo. Veo cada día en mi consulta cómo se refugia en la inhibición y en la angustia. Eso supone un aumento cotidiano de las temidas cifras de cronicidad, ante la sorpresa de los evaluadores que no se terminan de explicar cómo la gente no responde a la bondad de sus esfuerzos. El evaluador no se conforma con evaluar la labor de un sujeto, quiere hacer saltar la frágil barrera de su intimidad.
-¿Cómo establecen un modelo de referencia?
-El modelo de referencia viene de la producción industrial y supone una movilización total: psíquica, de la calidad de los resultados, los defectos, la experiencia... Y todo por las necesidades de producción que, como decía Lacan, se ha vuelto "criminógena". El estrés está a la vuelta de la esquina.
-¿Usted cree que la calidad de la enseñanza mejora con más evaluaciones al profesorado?
-La escuela en sí ya es un sistema de evaluación. ¿Por qué doblar ese sistema? Los profesores con los que hablo están comenzando a posicionarse de manera crítica frente a la evaluación. Se les dobla el trabajo para nutrir a la Agencia de la Evaluación, que va a estallar de glotonería administrativa. Estos profesores hacen de pícaros del sistema y se las arreglan como pueden. Hay que pedir la disolución de la Agencia de Evaluación educativa. Es la nueva Inquisición, un colectivo de místicos que creen en Papá Noel y que tratan a los profesores como si fueran niños y a los niños como si fueran delincuentes. Profesores y padres están llamados a no dejarse engatusar por las sirenas de un progreso que produce siervos.
-¿Por qué se ha convertido la evaluación en una ideología?
-La Consejería de Educación hablaba recientemente de hacer de "la cultura de la evaluación" la solución a los graves problemas de la educación en Andalucía. Deben saber que la evaluación es la ideología del capitalismo cognitivo y que es ácido sulfúrico para el ser humano y sus mejores producciones: la poesía, el arte y, paradójicamente, para la propia ciencia, la verdadera.
-En la charla de mañana va a hablar de la enseñanza de Lacan. Explíqueme en qué consiste.
-La enseñanza de Lacan pone al día la obra de Freud. Si no fuera por Lacan y sus alumnos, el psicoanálisis habría desaparecido. El 19 de junio tenemos en Barcelona un Forum sobre el tema de la evaluación. Su enseñanza nos sirve para hacer frente a las falsas ciencias que hacen de lo humano un objeto de prescripciones.
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