Bien Galileo,
ahora empezamos a hablar por fin desde posiciones en las que podamos ”malentendernos” de la buena manera y no a simples lanzamientos de boomerangs de ”conocimiento”. Aprecio tu observación [sobre una posible ciencia de la conducta], pero ahora hay que argumentarla en el orden del saber.
Convendrás conmigo en lo siguiente: para que una ciencia se constituya como tal, es preciso primero que defina su objeto de un modo preciso, objetivo, que sea validable de forma independiente del observador y de sus instrumentos. La psicología llamada científica arrastra desde sus inicios un problema, entre muchos, que no ha podido resolver de manera convincente para muchos científicos y epistemólogos: es el de la propia constitución de su objeto científico. Su supuesto objeto, ”la conducta observable de los individuos y sus procesos mentales”, es una abstracción que depende más del punto de vista del observador que no de una supuesta objetividad del fenómeno. El tema es de lo más escurridizo y no he visto todavía alguien que fundamente ese presupuesto epistemológico con un verdadero ”espíritu científico”. Watson, para hablar del primero que lo intentó, quiso definir ese objeto como el conjunto de reacciones adaptativas objetivamente observables que un organismo - generalmente provisto de un sistema nervioso - ejecuta respondiendo a unos estímulos - también observables - procedentes del medio en que vive. Aunque desde Watson ha corrido mucha tinta, (introducción de la noción del afecto y de la cognición, por ejemplo) este ”principio” sigue vigente e incuestionado hasta donde yo sé. Visto así, no se ve cómo la psicología podría constituirse como una ciencia distinta a la etología, o a la biología, o a las mismas ciencias de la computación. No digo que tome ‘’sus fundamentos” en ellas - eufemismo con el que muchos piensan resolver el tema - sino que se constituya como ciencia en sentido fuerte para poder sentar verdadera cátedra.
(En este punto, la lectura de un Georges Canguilhem, para poner un ejemplo crítico entre muchos, es de lo más instructiva).
Desde ahí, los equívocos se suceden. Por ejemplo: ¿cómo distinguir una ”respuesta” - que supone inevitablemente una intención significativa - de la simple ”reacción” de un sistema biológico?
Estoy planteando las cosas en los principios básicos, pero las cosas pueden llegar a peores problemas de construcción como la actual quimera - esa sí es una quimera, estimado Galileo - de querer atrapar el significado de los pensamientos, de los deseos y de los afectos, con las imágenes coloreadas de una resonancia magnética funcional (fMRI) del cerebro.
Desde esta perspectiva epistemológica, las llamadas TCC (Terapias Cognitivo-Conductuales), que se refieren de maneras muy diversas y a veces contradictorias a las neurociencias, deben demostrar todavía que son algo más que un saco heterogéneo de técnicas de autosugestión y autocoerción inducida con un aderezo estadístico para tener aspecto de ciencia.
Queda por tratar aquí el otro gran problema de la medición en este campo. Ahí, estimado Galileo, tu ilustre antecesor Galielo Galieli planteó con su ”medir todo los que es medible y lo que no es medible hacerlo medible” un gran problema tampoco resuelto hasta ahora. Tú conoces mucho mejor que yo el límite determinado por la constante de Planck.
Entonces, cuando dices con respecto a los argumentos de esas terapias: ”Lo que escuché fue un lenguaje terminológico y unos procedimientos homologables, en muchos aspectos, con el llamado método científico”, ¿debo pensar que más bien te dejaste seducir por las bellas sirenas del lenguaje, por su potente aspecto formal, pero vacías de un contenido que han tomado prestado de otros seres mucho menos míticos? Estimado Galileo, en este punto, prefiero seguir atado al palo y navegar entre la Escila y Caribdis de la ciencia y el sujeto que la hace posible.
Desde ahí, seguiré gustoso el debate.
Queda por tratar aquí el otro gran problema de la medición en este campo. Ahí, estimado Galileo, tu ilustre antecesor Galielo Galieli planteó con su ”medir todo los que es medible y lo que no es medible hacerlo medible” un gran problema tampoco resuelto hasta ahora. Tú conoces mucho mejor que yo el límite determinado por la constante de Planck.
Entonces, cuando dices con respecto a los argumentos de esas terapias: ”Lo que escuché fue un lenguaje terminológico y unos procedimientos homologables, en muchos aspectos, con el llamado método científico”, ¿debo pensar que más bien te dejaste seducir por las bellas sirenas del lenguaje, por su potente aspecto formal, pero vacías de un contenido que han tomado prestado de otros seres mucho menos míticos? Estimado Galileo, en este punto, prefiero seguir atado al palo y navegar entre la Escila y Caribdis de la ciencia y el sujeto que la hace posible.
Desde ahí, seguiré gustoso el debate.
*Este breve texto forma parte de un debate transcurrido recientemente en un Foro de ciencia del periódico “Público”.
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