Son ya numerosos los sujetos que en el recorrido de sus vidas han sido evaluados y diagnosticados bajo el rótulo de “autistas” y hoy día dan sus testimonios. Testimonios que evidencian mayor interés que algunas evaluaciones infatuadas en la evidencia científica. Es fundamental no desestimar las enseñanzas de estos testimonios, de estos expertos en el autismo. Un gran ejemplo nos lo trae Kamran Nazeer en su libro “las marionetas de André. Cinco autistas en el mundo” (1) uno más de los fecundos testimonios que nos permite acercarnos a los sujetos que quedan atrás de lo esta etiqueta propone.
Es en la paradoja de lo que llama “la conversación”, dado que se atribuye a los individuos autistas que no conversan. Como demuestra que lo que son llamadas estereotipias, rituales, conductas incoherentes son atisbos de la apuesta de estos sujetos por establecer y restablecer un lazo posible con los otros, convertir como dice la clínica de orientación psicoanalítica el uso del objeto, de la imagen, a la dignidad del significante. Lo hace señalando como él y sus compañeros tenían una particularidad de hacer lazo con los otros, que por su carácter nada obvio pasaba desapercibido, pero deja ver a posteriori como es ese recurso especial de cada uno de ellos, sus modalidades, lo que llama “coherencias locales” las maneras como ellos trazan un vinculo con los otros, con su cuerpo y con el mundo que los rodea. Como indica en uno de los pasajes claves de su libro; “gran parte de los que anima la vida -la conversación, el pensamiento, la creatividad, la amistad, la política- se basa en entender el mundo de los demás, pero en el caso de los autistas, es posible que tengan un solo autós de referencia, el suyo propio”.
Así de forma ejemplar comenta con la frase que repetía su amigo Craig “que entren los idiotas” como aun el autista no existe sin Otro, no es indiferente del todo al lenguaje. Esta frase le permitía orientarse en relación a los otros, para su fuero interior, provocando cierto sinsentido en los que la escuchaban, pero para él operaba como una referencia de un circuito, de una serie en el que hacía un intento de localización. De lo que implicaba para él y suponía significaba para los otros. En palabras de Nazeer “los autistas suelen establecer rutinas complicadas para tareas simples”. Esto hace que no resulten obvios, no por eso dicen y hay algo que se les puede decir. Como lo señala la orientación clínica que subraya Lacan en su conferencia sobre el síntoma (3). Nazeer se detiene en aquellos dichos, conductas, maneras que denomina “conductas para la coherencia”, “coherencia local”, por las cuales más allá de indicadores del déficit, les da el estatuto de producción creadora, de solución para cada uno de sus compañeros.
Se puede decir que son sujetos puestos al trabajo para localizar lo esquivo de un malestar del que parafraseando el titulo del testimonio de Birger Sellin, “prisionero de si mismo” se viven presos, bajo amenaza de intrusión, con la propia extrañeza de lo que les supone su cuerpo y lo que este emite, pone en resonancia con los otros. Nos enseña en su escritura lo particular y la tendencia a la generalización de lo efectos de lalengua sobre los seres hablantes. Tal como me confirmaba André, el problema no era la complejidad del lenguaje, sino el dinamismo: que una palabra pudiera tener más de un significado o, a la inversa, la posibilidad de decir lo mismo de varias formas, cada una con un matiz distinto. André por ejemplo señala, hacía uso de unas marionetas, las que tomaban su lugar cuando él quería hablar, “parecía que la marioneta entraba en acción cuando le fallaba la coherencia local. Primero intentó otra manera de adecuarse, pero como no le funcionó, se sustituyó a sí mismo por la marioneta. Huía, en vez de quedarse ahí, desplazado. Eso eran las marionetas para él, un gran refuerzo de los recursos más convencionales del autista”. El peso de la palabra sobre un sujeto es acá claramente visible. Sin duda su forma de hacer con las marionetas deslocalizaba la mirada de los otros y fue sobre esa mirada como nos señala hacía un tratamiento interesándose en ella a través del campo de la visión artificial en ordenadores y robots. Concluyendo de la conversación con André y del uso que éste hacía con sus marionetas dice: “escribir – como es el caso de Kamran, el de Donna William (4) o Birger Sellin entre otros- puede ser igual de útil, pero es un recurso que emplea poca gente. André no escribía. Por eso, para él, como para la mayoría, la conversación es la única forma de salir un poco de uno mismo”.
Con su amigo Randall muestra la función del juego paralelo e interroga la mentalidad del autismo señalando como este embrollo de las categorías del significante producen malentendidos y no deja exento de problemas al común denominador de los hablantes. Se pregunta qué hace particular al autista, como al genio. Así como plantea de soslayo la existencia del interés en las relaciones de pareja en el autismo. En su comentario de Craig, otro de sus compañeros, así como en el suyo refiere el lugar condensador que jugo la escritura dice: “Empezó explorando los libros de su padre sobre escritura de discursos. Aprendió lo que era la trimembración ascendente. Le fue cogiendo gusto al oficio, le emocionaba, lo sustentaba. Aprendió lo que era la antítesis. Ganó confianza, la inhibición disminuyó…” Kamran concluye “Utilizaba los discursos escritos para otras personas para expresarse él, igual que André utilizaba las marionetas”.
Es en la paradoja de lo que llama “la conversación”, dado que se atribuye a los individuos autistas que no conversan. Como demuestra que lo que son llamadas estereotipias, rituales, conductas incoherentes son atisbos de la apuesta de estos sujetos por establecer y restablecer un lazo posible con los otros, convertir como dice la clínica de orientación psicoanalítica el uso del objeto, de la imagen, a la dignidad del significante. Lo hace señalando como él y sus compañeros tenían una particularidad de hacer lazo con los otros, que por su carácter nada obvio pasaba desapercibido, pero deja ver a posteriori como es ese recurso especial de cada uno de ellos, sus modalidades, lo que llama “coherencias locales” las maneras como ellos trazan un vinculo con los otros, con su cuerpo y con el mundo que los rodea. Como indica en uno de los pasajes claves de su libro; “gran parte de los que anima la vida -la conversación, el pensamiento, la creatividad, la amistad, la política- se basa en entender el mundo de los demás, pero en el caso de los autistas, es posible que tengan un solo autós de referencia, el suyo propio”.
Así de forma ejemplar comenta con la frase que repetía su amigo Craig “que entren los idiotas” como aun el autista no existe sin Otro, no es indiferente del todo al lenguaje. Esta frase le permitía orientarse en relación a los otros, para su fuero interior, provocando cierto sinsentido en los que la escuchaban, pero para él operaba como una referencia de un circuito, de una serie en el que hacía un intento de localización. De lo que implicaba para él y suponía significaba para los otros. En palabras de Nazeer “los autistas suelen establecer rutinas complicadas para tareas simples”. Esto hace que no resulten obvios, no por eso dicen y hay algo que se les puede decir. Como lo señala la orientación clínica que subraya Lacan en su conferencia sobre el síntoma (3). Nazeer se detiene en aquellos dichos, conductas, maneras que denomina “conductas para la coherencia”, “coherencia local”, por las cuales más allá de indicadores del déficit, les da el estatuto de producción creadora, de solución para cada uno de sus compañeros.
Se puede decir que son sujetos puestos al trabajo para localizar lo esquivo de un malestar del que parafraseando el titulo del testimonio de Birger Sellin, “prisionero de si mismo” se viven presos, bajo amenaza de intrusión, con la propia extrañeza de lo que les supone su cuerpo y lo que este emite, pone en resonancia con los otros. Nos enseña en su escritura lo particular y la tendencia a la generalización de lo efectos de lalengua sobre los seres hablantes. Tal como me confirmaba André, el problema no era la complejidad del lenguaje, sino el dinamismo: que una palabra pudiera tener más de un significado o, a la inversa, la posibilidad de decir lo mismo de varias formas, cada una con un matiz distinto. André por ejemplo señala, hacía uso de unas marionetas, las que tomaban su lugar cuando él quería hablar, “parecía que la marioneta entraba en acción cuando le fallaba la coherencia local. Primero intentó otra manera de adecuarse, pero como no le funcionó, se sustituyó a sí mismo por la marioneta. Huía, en vez de quedarse ahí, desplazado. Eso eran las marionetas para él, un gran refuerzo de los recursos más convencionales del autista”. El peso de la palabra sobre un sujeto es acá claramente visible. Sin duda su forma de hacer con las marionetas deslocalizaba la mirada de los otros y fue sobre esa mirada como nos señala hacía un tratamiento interesándose en ella a través del campo de la visión artificial en ordenadores y robots. Concluyendo de la conversación con André y del uso que éste hacía con sus marionetas dice: “escribir – como es el caso de Kamran, el de Donna William (4) o Birger Sellin entre otros- puede ser igual de útil, pero es un recurso que emplea poca gente. André no escribía. Por eso, para él, como para la mayoría, la conversación es la única forma de salir un poco de uno mismo”.
Con su amigo Randall muestra la función del juego paralelo e interroga la mentalidad del autismo señalando como este embrollo de las categorías del significante producen malentendidos y no deja exento de problemas al común denominador de los hablantes. Se pregunta qué hace particular al autista, como al genio. Así como plantea de soslayo la existencia del interés en las relaciones de pareja en el autismo. En su comentario de Craig, otro de sus compañeros, así como en el suyo refiere el lugar condensador que jugo la escritura dice: “Empezó explorando los libros de su padre sobre escritura de discursos. Aprendió lo que era la trimembración ascendente. Le fue cogiendo gusto al oficio, le emocionaba, lo sustentaba. Aprendió lo que era la antítesis. Ganó confianza, la inhibición disminuyó…” Kamran concluye “Utilizaba los discursos escritos para otras personas para expresarse él, igual que André utilizaba las marionetas”.
Jose Castillo
(1) Kamran Nazeer. Las marionetas de André. Cinco autistas en el mundo. Editorial Alba, Barcelona: 2008.
(2) Birger Sellin. Prigioniero di me stesso. Viaggio dentro l´autismo. Bollati Boringhieri, Torino: 1995.
(3) Jacques Lacan. “Conferencia sobre el síntoma”, en Intervenciones y textos 2. Editorial Manantial, Buenos Aires, 2007.
(4) Donna William. Si me touche je ne existe plus. Ed. Robert Laffont, Paris: 1992.
(2) Birger Sellin. Prigioniero di me stesso. Viaggio dentro l´autismo. Bollati Boringhieri, Torino: 1995.
(3) Jacques Lacan. “Conferencia sobre el síntoma”, en Intervenciones y textos 2. Editorial Manantial, Buenos Aires, 2007.
(4) Donna William. Si me touche je ne existe plus. Ed. Robert Laffont, Paris: 1992.
No hay comentarios:
Publicar un comentario