"El diálogo con el autista” es un título paradojal y provocador pues el autista es justamente el sujeto que se niega a todo vínculo social, a toda enunciación, prefiriendo el silencio, la letanía de una enumeración infinita de frases, cifras o palabras, la reiteración sin fin de mismo estallido de palabra. […]
El autista es un ser de lenguaje, y a este título forma parte de la comunidad humana. No se trata de interrogarse sin fin sobre el hecho de que el lenguaje, la palabra, no le sirven para la comunicación, sino de tomar acto del hecho de que él es un ser sometido al lenguaje, digamos más bien al significante, y que es a partir de su relación singular al significante y al cuerpo como puede instaurarse un diálogo, permitiéndole consentir a su pertenencia a la comunidad humana. […]
Se trata de partir de lo que el sujeto nos presenta no reduciéndolo a comportamientos, sino considerándolo como un texto, es decir, restituyéndole la parte de enigma que permite horadar un primer intervalo entre el sujeto y su cuerpo, entre aquello de lo que se defiende y su ser de goce. Se trata de tomar acto del hecho de que lo que el sujeto trae a sesión, su cuerpo, sus gestos, sus ruidos, sus gritos, las palabras que lanza, que retiene, constituye un texto que se ofrece a la lectura. […] Es este inicio de lectura lo que puede instaurar la repetición, el hecho de retomar, de rehacer con tacto lo que el analista acaba de extraer en la gestualidad del sujeto. La sorpresa proviene entonces del consentimiento o no del sujeto al intervalo, a la diferencia que el analista acaba de introducir. El retoma, en efecto, lo que acaba de ser repetido, pero imprimiéndole una diferencia, marcando él mismo un intervalo con lo que acaba de surgir como texto. Se instaura entonces un diálogo insensato que no se apoya sobre ningún saber, pero que testimonia al otro de una presencia, que introduce la vida en el lugar mismo en el que lo inanimado parecía haberse instalado definitivamente.
El autista es un ser de lenguaje, y a este título forma parte de la comunidad humana. No se trata de interrogarse sin fin sobre el hecho de que el lenguaje, la palabra, no le sirven para la comunicación, sino de tomar acto del hecho de que él es un ser sometido al lenguaje, digamos más bien al significante, y que es a partir de su relación singular al significante y al cuerpo como puede instaurarse un diálogo, permitiéndole consentir a su pertenencia a la comunidad humana. […]
Se trata de partir de lo que el sujeto nos presenta no reduciéndolo a comportamientos, sino considerándolo como un texto, es decir, restituyéndole la parte de enigma que permite horadar un primer intervalo entre el sujeto y su cuerpo, entre aquello de lo que se defiende y su ser de goce. Se trata de tomar acto del hecho de que lo que el sujeto trae a sesión, su cuerpo, sus gestos, sus ruidos, sus gritos, las palabras que lanza, que retiene, constituye un texto que se ofrece a la lectura. […] Es este inicio de lectura lo que puede instaurar la repetición, el hecho de retomar, de rehacer con tacto lo que el analista acaba de extraer en la gestualidad del sujeto. La sorpresa proviene entonces del consentimiento o no del sujeto al intervalo, a la diferencia que el analista acaba de introducir. El retoma, en efecto, lo que acaba de ser repetido, pero imprimiéndole una diferencia, marcando él mismo un intervalo con lo que acaba de surgir como texto. Se instaura entonces un diálogo insensato que no se apoya sobre ningún saber, pero que testimonia al otro de una presencia, que introduce la vida en el lugar mismo en el que lo inanimado parecía haberse instalado definitivamente.
Jean-Pierre Rouillon
Extractos de El saber y el autismo. Nonette, Brochure d’accueil.
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